viernes, 17 de agosto de 2012

domingo, 12 de agosto de 2012


                A veces hablás con un tono tan infantil, y decís cosas tan normales, que me olvido del ser excepcional que sos. Pero ayer a la noche, mientras vigilábamos a la pizza, a los brownies, a los gatos, y no sé a cuantas cosas más; por un ratito te vi.
                Brillaste, te juro que brillaste. Sonaste tan noble, tan segura, tan inteligente. Tenías una visión de las cosas tan sensata y tan bienintencionada. Tan íntegra. Te cambió el tono de voz, y no cometiste ninguno de esos errores de dicción chiquititos que tenés cada tanto, incluso se te agravó un poco la voz; y me sentí como mirándote desde abajo, como admirando a la persona maravillosa que vas a llegar a ser. Así sonaste, como una persona digna, llena de confianza, que expresa su opinión sobre cualquier asunto, opinión que le merece una completa seguridad. 
                
                Espero que no te hayas dado cuenta, se me llenaron los ojos de lágrimas.