miércoles, 30 de noviembre de 2011

Miri, 


El sábado fue el cumple de Cami, y te quiero poner al tanto de todo lo que pasó. Fue todo muy lindo, ella estaba hermosa como siempre, y se la veía muy contenta. Tendrías que haberla visto con ese vestido, bailando el vals... esa, me parece, es la clase de cosas que no te gustaban mucho, pero que igual consentirías y disfrutarías. Porque parecía una princesa. No sabés lo grande que está, está re grande, y re linda. Las dos, en realidad. Marti está igual de bajita que siempre, y está en la universidad. Es re loco, le va muy bien,  y sabe de todo, pero sigue siendo la misma de siempre. Y con eso entendés lo que te digo. 
Creo que también te haría bien saber que nadie perdió tiempo lagrimeando en tu nombre en una noche tan especial y feliz como esa. No me malinterpretes, en el video de fotos, aparecías en muchas, y a mi, por lo menos (y a mi papá también) se me llenaron los ojos de lágrimas. Tu presencia estaba, estabas ahí, te juro que estabas. Pero la fiesta no tenía que ser un homenaje a tu muerte, sino a tu vida, a las hijas hermosas y brillantes que tenés. Especialmente a Cami, a quien seguro le hiciste falta el sábado, pero no estuvo sola, Miri. Te lo prometo, estuvo rodeada de gente que la ama, y siempre va a ser así. 
Cuando te moriste, me acuerdo patente, mi viejo la pasó terrible. Te quiero hacer acordar de que él te ama mucho, y nunca te va a olvidar. Ninguno de nosotros te va a olvidar, Miri. Fuiste una mujer increíble. Cada vez que escuchó Oleo de Una Mujer con Sombrero (como ahora), pienso en vos, y en todo lo que la peleaste, en Gesell, cuando hacíamos la radio con las noticias con rima... Y te imagino, en Gesell, también, caminando por la playa, pero el viento no te vuela. Caminás con firmeza, con un vestido blanco, y con el sombrero sobre cabeza sin pelo (de la que vos creías que me reía, pero te juro que no era de eso). 
No sé que más decirte. Hacía bastante que quería escribir algo para vos, y pensaba hacerlo más extenso, más poético, pero no se me ocurre nada más. Te extraño mucho, demasiado. Nunca me voy a olvidar de vos, sos un ejemplo enorme en mi vida. Te quiero.

lunes, 21 de noviembre de 2011


Termino de lavar los platos, y me seco las manos sin cuidado en la tela burda de mi camisa a cuadros. Agarro un vaso de vidrio grueso, de esos que no se rompen ni a propósito, y sirvo agua.
Le extiendo el vaso haciendo alarde de cautela.
Me mira, sus ojos enormes, sombríos, insondables. Por Dios, me mira.
Me siento enfrente de ella, y entrelazo los dedos de mis manos. Soy incapaz, ahora, de mirar para otro lado. Incapaz para siempre, hipnotizada por esa mirada oscura.
Ella baja la mirada lentamente, toma el vaso entre sus manos delicadas, débiles. Toma un sorbo de agua.
Observo esas manos blancas, las uñas cortas y rotas. Llevo minuciosa cuenta del piyama que el verano pasado le apretaba, y ahora le queda enorme, y parece una túnica pagana; de las constelaciones violáceas que cubren su piel, de las marcas rojizas. Miro ese rostro sin pestañas, ni cejas, veo la cabeza desplumada; que le da una apariencia inusualmente infantil y pequeña.
Y entonces esos ojos, esos ojos.

Recuerdo con un dejo irónico a los héroes de la segunda guerra mundial, a los mártires del apartheid africano, a las víctimas de la dictadura militar argentina. Guerreros.
Pero no hubo ni habrá jamás un luchador como ella.

1965-2008

martes, 1 de noviembre de 2011

Va a lograr que ella me odie. Ahora no, seguro que ahora no, pero después de un tiempo, va a lograr que ella me termine odiando. Esa va a ser su venganza.
La puta que lo parió.
La puta que los parió a todos.
La puta que me parió a mí, mierda. A mí.